Hola, amigos, si no me equivoco, acá debe aparecer el link que los llevará a la información sobre los llamados e-books, que les comenté. Por favor, pruébenla, porque ya saben que no soy muy bueno para esto.
Saludos.
miércoles, 30 de diciembre de 2009
lunes, 28 de diciembre de 2009
Te ries mucho, pero.... (Primera parte)
Tengo una amiga que se llama Leti, y se vive burlando de todo el mundo, se ríe a carcajadas en la cara de los demás, y un día se me ocurrió llamarla y decirle... Ay, Leti, te ríes mucho, pero...
Ni tarda ni perezosa, la muy descarada me interrumpió diciendo:
¡¡¡NI MODO QUE LLORE, CHISTOSITO!!!
Y una vez que Leti dijo lo anterior, me quedé pensando que merecía un castigo ejemplar... es decir, que sirviera de advertencia a toooodas las spankees respondonas, y para eso, tendría que ser público, para que todas esas malcriadas pudieran verlo... Estuve busca y busca por la red, hasta que encontré una idea genial....
Resulta que existe un sitio que te invita a sobrevolar Teotihuacán en globo.
Era la opción perfecta, así que cité a la comunidad spanka a una reunión internacional urgente alrededor de la pirámide del sol, e invité a Leti para que les diéramos un discurso de bienvenida desde el globo.
Como es medio miedosita, la llevé previamente a que conociera a los encargados, quienes le mostraron todo el equipo de seguridad que se utilizaba y las precauciones que se tomaban, e incluso hicimos un vuelo de práctica con lectura de discurso incluida, y le dije: ¿Ya ves? Sólo se trata de relajarte y decir tu parte del discurso, a lo que la niña repuso: No puedo, no puedo relajarme y memorizar al mismo tiempo. Si me concentro en relajarme, el discurso se me va a olvidar.
Entonces le dije: No hay problema, tú relájate y yo te voy a traer el discurso por escrito, y así nada más lo lees como carta de bienvenida. Y con estas palabras, la convencí de lucirse con su discurso desde el globo.
Como era un evento muy formal, le propuse que ambos fuéramos con la ropa adecuada, así que le pedí que me acompañara a comprarme ropa, con la promesa de que yo le correspondería para que ella también estuviera muy presentable.
La idea le encantó... Nos pasamos un día entero en Santa Fe escogiendo trajes. Al terminar el día, terminé con un traje gris, una corbata roja, una camisa azul cielo y una bufanda blanca, ¡ah!, y un par de zapatos de vestir, que según ella eran "lo último en moda masculina".
Después de despedirme de ella, llegué a mi cuarto cansadísimo, pero aun así, esa misma noche llamé a mi "colaborador secreto"...
(Continuará).
Ni tarda ni perezosa, la muy descarada me interrumpió diciendo:
¡¡¡NI MODO QUE LLORE, CHISTOSITO!!!
Y una vez que Leti dijo lo anterior, me quedé pensando que merecía un castigo ejemplar... es decir, que sirviera de advertencia a toooodas las spankees respondonas, y para eso, tendría que ser público, para que todas esas malcriadas pudieran verlo... Estuve busca y busca por la red, hasta que encontré una idea genial....
Resulta que existe un sitio que te invita a sobrevolar Teotihuacán en globo.
Era la opción perfecta, así que cité a la comunidad spanka a una reunión internacional urgente alrededor de la pirámide del sol, e invité a Leti para que les diéramos un discurso de bienvenida desde el globo.
Como es medio miedosita, la llevé previamente a que conociera a los encargados, quienes le mostraron todo el equipo de seguridad que se utilizaba y las precauciones que se tomaban, e incluso hicimos un vuelo de práctica con lectura de discurso incluida, y le dije: ¿Ya ves? Sólo se trata de relajarte y decir tu parte del discurso, a lo que la niña repuso: No puedo, no puedo relajarme y memorizar al mismo tiempo. Si me concentro en relajarme, el discurso se me va a olvidar.
Entonces le dije: No hay problema, tú relájate y yo te voy a traer el discurso por escrito, y así nada más lo lees como carta de bienvenida. Y con estas palabras, la convencí de lucirse con su discurso desde el globo.
Como era un evento muy formal, le propuse que ambos fuéramos con la ropa adecuada, así que le pedí que me acompañara a comprarme ropa, con la promesa de que yo le correspondería para que ella también estuviera muy presentable.
La idea le encantó... Nos pasamos un día entero en Santa Fe escogiendo trajes. Al terminar el día, terminé con un traje gris, una corbata roja, una camisa azul cielo y una bufanda blanca, ¡ah!, y un par de zapatos de vestir, que según ella eran "lo último en moda masculina".
Después de despedirme de ella, llegué a mi cuarto cansadísimo, pero aun así, esa misma noche llamé a mi "colaborador secreto"...
(Continuará).
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Y hablando de e-books
En el artículo anterior, mencioné los e-books, como una alternativa del libro tradicional que nos llevamos impreso a todas partes, y destaqué la ventaja de que puede transportarse como parte de los archivos grabados en tu propia laptop.
Y en este momento, vienen a mi mente otras opciones que se adaptan a situaciones diversas, como la modalidad del audiolibro, que nos permite disfrutar de un acceso adicional a los conocimientos cuando estamos manejando o haciendo ejercicio, o bien, otros que son especiales para oírse (o verse, ya que ahora también existen cursos en DVD) en casa cuando estamos relajados o incluso listos para dormir, como los de las maravillosas clases de mi amigo y maestro Arturo Ángeles, que enseña técnicas de abundancia y sanación de una manera tan amena, que uno las aprende de manera natural, y las incorpora a su vida diaria, casi sin darse cuenta.
Y en este momento, vienen a mi mente otras opciones que se adaptan a situaciones diversas, como la modalidad del audiolibro, que nos permite disfrutar de un acceso adicional a los conocimientos cuando estamos manejando o haciendo ejercicio, o bien, otros que son especiales para oírse (o verse, ya que ahora también existen cursos en DVD) en casa cuando estamos relajados o incluso listos para dormir, como los de las maravillosas clases de mi amigo y maestro Arturo Ángeles, que enseña técnicas de abundancia y sanación de una manera tan amena, que uno las aprende de manera natural, y las incorpora a su vida diaria, casi sin darse cuenta.
sábado, 26 de diciembre de 2009
¿Por qué llevar un libro en un viaje de avión?
Es una buena pregunta, ya que, al fin y al cabo, en el avión pasan películas y documentales, regalan periódicos y hasta revistas.
Sin embargo, ¿no es agradable tener siempre una opción adicional en los viajes, y ser un pasajero VIP entre los VIP? Claro, es como cuando llevamos un IPOD para oír nuestra propia música, independientemente de la música que nos ofrezcan las aerolíneas.
Del mismo modo, es conveniente contar con un libro ligero como una opción más de entretenimiento, no como la única, no en vez del refresco y los cacahuates, ni para sustituir a las revistas del avión, sino como un gusto adicional que hará nuestro viaje aun más placentero, y no porque en sí mismo no lo sea, sino por darnos un gusto extra. Como cuando nos invitan a una fiesta a la que asistirá gente agradable, y escogemos, además, llevar a un(a) acompañante que para nosotros es especialmente agradable. No por hacernos envidiar, que ya para muchos es en sí un placer, sino para aportar a nuestra experiencia un detalle agradable más, e incluso para compartir; porque, ¿quién no se siente orgulloso de llegar a una reunión y presentarles a los demás a un amigo sumamente simpático? ¿o bien de viajar en un avión o autobús y poder decirle al pasajero de al lado, "tome, lo invito a leer un rato este libro que me ha fascinado?
Claro que ahora también existen los llamados e-books, que son lecturas en versiones electrónicas que pueden bajarse fácilmente en muchos sitios de la red, para aquellos viajes en los que puedes llevarte una laptop.
Y finalmente, existen viajes en los que no es necesario nada de esto, por la misma experiencia asombrosa y apasionante que representa el viaje en sí mismo, como cuando sobrevuelas Teotihuacán en globo.
Sin embargo, ¿no es agradable tener siempre una opción adicional en los viajes, y ser un pasajero VIP entre los VIP? Claro, es como cuando llevamos un IPOD para oír nuestra propia música, independientemente de la música que nos ofrezcan las aerolíneas.
Del mismo modo, es conveniente contar con un libro ligero como una opción más de entretenimiento, no como la única, no en vez del refresco y los cacahuates, ni para sustituir a las revistas del avión, sino como un gusto adicional que hará nuestro viaje aun más placentero, y no porque en sí mismo no lo sea, sino por darnos un gusto extra. Como cuando nos invitan a una fiesta a la que asistirá gente agradable, y escogemos, además, llevar a un(a) acompañante que para nosotros es especialmente agradable. No por hacernos envidiar, que ya para muchos es en sí un placer, sino para aportar a nuestra experiencia un detalle agradable más, e incluso para compartir; porque, ¿quién no se siente orgulloso de llegar a una reunión y presentarles a los demás a un amigo sumamente simpático? ¿o bien de viajar en un avión o autobús y poder decirle al pasajero de al lado, "tome, lo invito a leer un rato este libro que me ha fascinado?
Claro que ahora también existen los llamados e-books, que son lecturas en versiones electrónicas que pueden bajarse fácilmente en muchos sitios de la red, para aquellos viajes en los que puedes llevarte una laptop.
Y finalmente, existen viajes en los que no es necesario nada de esto, por la misma experiencia asombrosa y apasionante que representa el viaje en sí mismo, como cuando sobrevuelas Teotihuacán en globo.
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La novela de ciencia ficción en México
Investigaba un poco sobre este tema, y me enteré de que la obra considerada como la primera novela mexicana de ciencia ficción, fue escrita a mediados del siglo veinte, con el título "Eugenia", escrito por Eduardo Urzaiz, el cual tuve la oportunidad de leer hace algunos años, y es de corte eminentemente futurista.
El autor plantea una ciudad futura llamada Villautopía, en la que ya no existe la división religiosa, sino un solo templo al que cada quien va a practicar el culto que le dé la gana. Tampoco existen los matrimonios, sino grandes casas donde se hospedan grupos de gente bastante heterogéneos, y en cuanto a la procreación, se selecciona por sus propias características a quienes se les considera aptos para ser padres, y una vez realizada la fecundación, el producto es implantado en el vientre de un hombre. Sí, leyeron bien, existe una especie de residencia en la que alojan a varios hombres, que son los encargados de "embarazarse" de manera artificial y tener dentro de ellos al feto hasta la fecha del alumbramiento.
¿Por qué lo comento aquí? Pues por supuesto, por ser un libro ligero, por su amenidad y la narrativa atrayente y dinámica que maneja el escritor.
El autor plantea una ciudad futura llamada Villautopía, en la que ya no existe la división religiosa, sino un solo templo al que cada quien va a practicar el culto que le dé la gana. Tampoco existen los matrimonios, sino grandes casas donde se hospedan grupos de gente bastante heterogéneos, y en cuanto a la procreación, se selecciona por sus propias características a quienes se les considera aptos para ser padres, y una vez realizada la fecundación, el producto es implantado en el vientre de un hombre. Sí, leyeron bien, existe una especie de residencia en la que alojan a varios hombres, que son los encargados de "embarazarse" de manera artificial y tener dentro de ellos al feto hasta la fecha del alumbramiento.
¿Por qué lo comento aquí? Pues por supuesto, por ser un libro ligero, por su amenidad y la narrativa atrayente y dinámica que maneja el escritor.
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El tucho Cacaracá (un cuento para chicos y grandes)
Cada vez que Esteban y Andrés se quedaban a pasar el día en casa de la abuela Tita, a eso de la una de la tarde, oían un grito que sonaba como “CACARACÁ, CACARACÁ”.
Intrigados, empezaron a tratar de imaginarse de dónde podría venir ese sonido tan peculiar. Y para averiguarlo, trataban de seguir el ruido y de fijarse bien de dónde provenía.
Así, a la una de la tarde, exactamente después de su almuerzo, se lavaban los dientes a gran velocidad y prestaban mucha pero mucha atención, para descubrir que, nuevamente, a esa misma hora, se oía el grito de “CACARACÁ, CACARACÁ”.
Conforme pasaban los días, se acercaban más y más a la fuente del misterioso sonido, y siguiéndolo y siguiéndolo, llegaron al lugar en el que se oía en su máximo volumen: ¡¡CACARACÁ, CACARACÁ!!
Estaban precisamente frente a la puerta de uno de los baños, y una vez que se decidieron a entrar, el grito fue tan fuerte, que los ahuyentó de inmediato: ¡¡¡¡CACARACÁ, CACARACÁ!!!!
Esteban y Andrés, llegaron a la conclusión, de que en ese baño, se escondía EL TUCHO CACARACÁ. Y desde ese día, decidieron no acercarse más a dicho lugar, para evitar que se les apareciera y los asustara con su grotesca imagen.
Así pasaron varios días, pero el asunto se complicó el siguiente sábado, con la visita del primo Felipito, que tenía la costumbre de hacer todas sus necesidades, precisamente después del almuerzo. Pero sus primos le decían: “No, Felipito, a esta hora no puedes acercarte al baño, porque es la hora del tucho Cacaracá… Y en ese preciso momento, se oyó con gran intensidad el grito de “¡¡¡¡¡CACARACÁ, CACARACÁ!!!!!” Felipito casi se desmaya.
El resultado no se hizo esperar, entre tantos dimes y diretes, el primo Felipito se orinó en el pantalón. Esto preocupó mucho a los niños, pues pensaban: “No puede ser que nos tengamos que estar meando a cada rato, por culpa del tucho Cacaracá.
Entonces decidieron armar un plan para deshacerse del intruso de una vez por todas, y juntaron a todos sus amiguitos del vecindario, con la consigna de que al día siguiente, a la una en punto, se presentaran en casa de la abuela Tita, junto a la puerta del baño, armados con palos, piedras y machetes de flamboyán.
A la hora de la cita, envalentonados, y cargados con todo su armamento, abrieron la puerta de un empujón, y para su sorpresa, ahí estaba el tío Quique, que padecía de estreñimiento, sentado en el excusado gritando: ¡¡SAL, CACA, SAL, CACA, SAL YA!!
Intrigados, empezaron a tratar de imaginarse de dónde podría venir ese sonido tan peculiar. Y para averiguarlo, trataban de seguir el ruido y de fijarse bien de dónde provenía.
Así, a la una de la tarde, exactamente después de su almuerzo, se lavaban los dientes a gran velocidad y prestaban mucha pero mucha atención, para descubrir que, nuevamente, a esa misma hora, se oía el grito de “CACARACÁ, CACARACÁ”.
Conforme pasaban los días, se acercaban más y más a la fuente del misterioso sonido, y siguiéndolo y siguiéndolo, llegaron al lugar en el que se oía en su máximo volumen: ¡¡CACARACÁ, CACARACÁ!!
Estaban precisamente frente a la puerta de uno de los baños, y una vez que se decidieron a entrar, el grito fue tan fuerte, que los ahuyentó de inmediato: ¡¡¡¡CACARACÁ, CACARACÁ!!!!
Esteban y Andrés, llegaron a la conclusión, de que en ese baño, se escondía EL TUCHO CACARACÁ. Y desde ese día, decidieron no acercarse más a dicho lugar, para evitar que se les apareciera y los asustara con su grotesca imagen.
Así pasaron varios días, pero el asunto se complicó el siguiente sábado, con la visita del primo Felipito, que tenía la costumbre de hacer todas sus necesidades, precisamente después del almuerzo. Pero sus primos le decían: “No, Felipito, a esta hora no puedes acercarte al baño, porque es la hora del tucho Cacaracá… Y en ese preciso momento, se oyó con gran intensidad el grito de “¡¡¡¡¡CACARACÁ, CACARACÁ!!!!!” Felipito casi se desmaya.
El resultado no se hizo esperar, entre tantos dimes y diretes, el primo Felipito se orinó en el pantalón. Esto preocupó mucho a los niños, pues pensaban: “No puede ser que nos tengamos que estar meando a cada rato, por culpa del tucho Cacaracá.
Entonces decidieron armar un plan para deshacerse del intruso de una vez por todas, y juntaron a todos sus amiguitos del vecindario, con la consigna de que al día siguiente, a la una en punto, se presentaran en casa de la abuela Tita, junto a la puerta del baño, armados con palos, piedras y machetes de flamboyán.
A la hora de la cita, envalentonados, y cargados con todo su armamento, abrieron la puerta de un empujón, y para su sorpresa, ahí estaba el tío Quique, que padecía de estreñimiento, sentado en el excusado gritando: ¡¡SAL, CACA, SAL, CACA, SAL YA!!
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Una charla sobre libros ligeros (con una lectora de “El caballero de la armadura oxidada”)
Esta es una plática que acabo de tener con una amiga del Distrito Federal. Algunos de ustedes ya han de conocerla; utiliza el seudónimo de Shadow.
Fausto: Amiga, hablando de libros, ¿Para ti qué es un libro ligero?
Shadow: Realmente no soy una lectora apasionada; hasta este año comencé a leer libros, así que mi respuesta sería, que un libro ligero podría ser sobrio y pequeños fragmentos… Como las antologías.
Fausto: ¿Tú qué libros ligeros has leído?
Shadow:
El caballero de la armadura oxidada. Ese me gusta mucho. Me gusta la parte donde el rey y el caballero se encuentran dentro del castillo, porque el rey dice que frecuentaba esa habitación, de la cual el caballero no podía salir, pero el rey te hace ver que él entra y sale cada que lo deseaba. Es como si me hablase de la paz en nuestro interior, y me gusta mucho esa armonía.
Fausto: Excelente. ¿Y los relatos de spanking se te hacen ligeros?
Shadow: En más del ochenta por ciento, sí. A veces la manera de escribir (más bien de describir), me adentra tanto que es como vivirla y los leo muy de prisa; a veces, hasta se me quita el sueño… Pero otras tantas, es garrafal, y o los boto, o me duermen, pero es raro cuando eso sucede; generalmente los disfruto muchísimo.
Fausto: Amiga, hablando de libros, ¿Para ti qué es un libro ligero?
Shadow: Realmente no soy una lectora apasionada; hasta este año comencé a leer libros, así que mi respuesta sería, que un libro ligero podría ser sobrio y pequeños fragmentos… Como las antologías.
Fausto: ¿Tú qué libros ligeros has leído?
Shadow:
El caballero de la armadura oxidada. Ese me gusta mucho. Me gusta la parte donde el rey y el caballero se encuentran dentro del castillo, porque el rey dice que frecuentaba esa habitación, de la cual el caballero no podía salir, pero el rey te hace ver que él entra y sale cada que lo deseaba. Es como si me hablase de la paz en nuestro interior, y me gusta mucho esa armonía.
Fausto: Excelente. ¿Y los relatos de spanking se te hacen ligeros?
Shadow: En más del ochenta por ciento, sí. A veces la manera de escribir (más bien de describir), me adentra tanto que es como vivirla y los leo muy de prisa; a veces, hasta se me quita el sueño… Pero otras tantas, es garrafal, y o los boto, o me duermen, pero es raro cuando eso sucede; generalmente los disfruto muchísimo.
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viernes, 25 de diciembre de 2009
Reflexiones de café
El otro día, una amiga me comentaba sobre lo solitaria que le parecía la vida de lectores y escritores; opinión de la que diferí amablemente, por lo siguiente:
Yo pienso, le dije, que la soledad a la que te refieres, es sólo aparente, pues yo, como escritor, cuando deseo renovar mi creatividad, me voy a la playa, donde contemplo el mar y me cargo de su energía, y disfruto de hermosos atardeceres... Y es entonces cuando me siento en total comunicación con el universo... en una verdadera comunión en la que soy parte de un todo en el que habitan todos los seres posibles.
También le dije, que cuando leo, me doy la oportunidad de conocer el pensamiento del autor, y sentirme en comunicación con otro ser humano... Con otro ser espiritual, y es cuando comprendo lo que me enseñaron de niño: El que ama los libros, jamás estará solo.
Yo pienso, le dije, que la soledad a la que te refieres, es sólo aparente, pues yo, como escritor, cuando deseo renovar mi creatividad, me voy a la playa, donde contemplo el mar y me cargo de su energía, y disfruto de hermosos atardeceres... Y es entonces cuando me siento en total comunicación con el universo... en una verdadera comunión en la que soy parte de un todo en el que habitan todos los seres posibles.
También le dije, que cuando leo, me doy la oportunidad de conocer el pensamiento del autor, y sentirme en comunicación con otro ser humano... Con otro ser espiritual, y es cuando comprendo lo que me enseñaron de niño: El que ama los libros, jamás estará solo.
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Literatura sobre nalgadas

A propósito de este tema, creo que el otro día alguien me cuestionaba el porqué publicar historias de nalgadas dentro de un libro si podemos leerlas en Internet, y otra persona destacaba la rareza de mezclar tales relatos con otros cuentos más convencionales, y al darle algo de vueltas al asunto, concluí que, efectivamente, estas publicaciones son importantes, pues constituyen una manera de darles a estos gustos el lugar que les corresponde en la literatura, y demostrar que tienen calidad y merecen publicarse, ya con otros cuentos, o bien, como libros independientes.
Tal es el caso de una obra que compré recientemente, titulada "Confesiones en la pista del spank", escrita por Mónica López Martín, quien dice haber tardado treinta y cinco años en publicar sus confesiones. Admito que aún no empiezo a leerla, pero estoy seguro de que será mi primera lectura del año 2010 y publicaré los comentarios correspondientes.
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sábado, 12 de diciembre de 2009
HOY TUVE UNA IDEA
Hoy estaba leyendo un libro en el que el autor sugería tener un blog para publicar en él la información obtenida de charlas, clases, consultas y demás, según la especialidad del titular del mismo.
Por eso decidí abrir un nuevo blog. sobre temas jurídicos, en el que voy a incluir los resultados que yo mismo obtenga de ese tipo de pláticas, conferencias, clases, libros y artículos, entre otros.
Por eso decidí abrir un nuevo blog. sobre temas jurídicos, en el que voy a incluir los resultados que yo mismo obtenga de ese tipo de pláticas, conferencias, clases, libros y artículos, entre otros.
NOVELA DESCRIPTIVA
Hoy visité el blog de mi amiga Marian, y por lo que he leído, veo que le gusta la novela descriptiva. Me llamó la atención de manera especial que citaba algunas obras de Gabriel García Márquez, que suele seguir este estilo. No me cabe duda de que los relatos descriptivos tienen su chiste; sin embargo, creo que también es importante darle buen ritmo a lo que se escribe para hacer avanzar la narración, aunque ya sabemos que en gustos se rompen géneros.
Gracias, Marian, por tu amistad.
Saludos.
Gracias, Marian, por tu amistad.
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viernes, 11 de diciembre de 2009
lunes, 7 de diciembre de 2009
Picadillo (cuento)
Todos lo conocían con el apodo de “Picadillo”, desde hacía tanto tiempo que ya nadie sabía por qué. Él lo odiaba, pero ya eran pocos los que recordaban su verdadero nombre.
Aun así, “Picadillo” estaba empeñado en mantener su dignidad. Era un oficinista y tenía que hacerse respetar. Todas las noches se rasuraba los tres pelos que le crecían en la barbilla, planchaba su traje y lo colgaba en la percha.
Esa mañana, como todas las demás, se lavó la cara y las axilas con una toalla mojada, se embadurnó el pelo con fijador para disimular la rebeldía natural de su cabellera, se enfundó en su traje, siempre con camisa blanca y corbata obscura, y se calzó sus zapatos de plataforma, ya que su baja estatura, era una de las causas, según él, del “poco respeto” con el que se le dirigían sus compañeros. Y es que era tan pequeño, que cuando utilizaba el baño común de la oficina, nadie notaba su presencia, ya que sus pies colgaban a tal altura, que desaparecían tras la diminuta puertecilla. Por lo tanto, cualquier otro trabajador que entrara a hacer uso de los servicios sanitarios, al salir, creyendo vacío el cuarto de baño, apagaba la luz y cerraba la puerta.
¡Vanos eran los intentos de “Picadillo” por evitar la embarazosa situación! Por más fuertes que fueran sus silbidos de advertencia, era inútil, nadie le hacía caso y siempre terminaba brincando del excusado para salir medio encuerado a encender la luz de nuevo y luego volver al trono a toda prisa a fin de que nadie fuera a sorprenderlo en una situación tan ridícula a su modo de ver.
Y cada día se esforzaba más para evitar la angustiante visita al sanitario de su centro de trabajo, pero al final, la necesidad acababa venciéndolo; eso sí, cada vez un poco más tarde, pero eran tantos los empleados que lo compartían, que siempre coincidía con alguien más que, como ya era costumbre, lo dejaba completamente a obscuras en el excusado.
Uno de esos días, cuando “Picadillo” creía estar a punto de lograr su meta, no había terminado de asentar el pie en la calle, cuando se dio cuenta de que tenía que correr rápidamente al baño para evitar un accidente. Sin embargo, pensó: “Esta vez, seguramente no habrá nadie que me interrumpa, pues todos ya se han ido a sus casas”. No obstante, el intendente aún estaba terminando de guardar sus utensilios, y por lo general, entraba a lavarse las manos y la cara después de concluidas sus labores, para luego emprender el largo camino hacia su domicilio, y creyendo que, como era costumbre, ya no quedaba nadie en las oficinas, al terminar de asearse, apagó la luz y se dispuso a salir.
“Picadillo” estaba furioso. Chifló con todas sus fuerzas mientras pensaba: “Con este silencio sepulcral, es imposible que no me oiga”. Pero para su sorpresa, el único resultado fue el ruido de unas pisadas que se alejaban a toda prisa, y para colmo, la puerta del baño se quedó abierta.
-No ha servido de nada tanto esfuerzo –se dijo para sí-, ya que ahora, además de encender la luz, tengo que cerrar nuevamente la puerta.
El episodio se repitió durante toda la semana, pero el siguiente lunes, “Picadillo” descubrió la razón de tal desastre cuando oyó al intendente comentarle con espanto al jefe de mantenimiento:
-Se lo juro, patrón, no sé por dónde entra el gavilán, pero estoy seguro de que viene por las noches y se va antes del amanecer. Llevo una semana oyéndolo cada vez que salgo del baño para irme a mi casa.
Esa noche, al llegar a casa, “Picadillo” se sintió totalmente renovado. Ya no era el oficinista que había salido de su casa en la mañana. Ahora que se sabía todo un gavilán, al desvestirse para dormir, dejó su viejo traje en el suelo, y al despertar, se dio un duchazo de agua fría, y satisfecho, se vistió para ir a trabajar, pero esta vez con un pantalón de gabardina y una camisa de rayón color azul rey, que no había estrenado desde que se la regaló su primo en uno de sus viajes. Caminando con garbo, llegó al trabajo sin hacer caso de las burlas de sus compañeros, en absoluto silencio, pero con una poderosa voz interior que decía: “ABRAN PASO AL GAVILÁN”.
Más cuentos en...
http://www.lulu.com/content/libro-tapa-blanda/cuentos-para-conocedores/4202016
Aun así, “Picadillo” estaba empeñado en mantener su dignidad. Era un oficinista y tenía que hacerse respetar. Todas las noches se rasuraba los tres pelos que le crecían en la barbilla, planchaba su traje y lo colgaba en la percha.
Esa mañana, como todas las demás, se lavó la cara y las axilas con una toalla mojada, se embadurnó el pelo con fijador para disimular la rebeldía natural de su cabellera, se enfundó en su traje, siempre con camisa blanca y corbata obscura, y se calzó sus zapatos de plataforma, ya que su baja estatura, era una de las causas, según él, del “poco respeto” con el que se le dirigían sus compañeros. Y es que era tan pequeño, que cuando utilizaba el baño común de la oficina, nadie notaba su presencia, ya que sus pies colgaban a tal altura, que desaparecían tras la diminuta puertecilla. Por lo tanto, cualquier otro trabajador que entrara a hacer uso de los servicios sanitarios, al salir, creyendo vacío el cuarto de baño, apagaba la luz y cerraba la puerta.
¡Vanos eran los intentos de “Picadillo” por evitar la embarazosa situación! Por más fuertes que fueran sus silbidos de advertencia, era inútil, nadie le hacía caso y siempre terminaba brincando del excusado para salir medio encuerado a encender la luz de nuevo y luego volver al trono a toda prisa a fin de que nadie fuera a sorprenderlo en una situación tan ridícula a su modo de ver.
Y cada día se esforzaba más para evitar la angustiante visita al sanitario de su centro de trabajo, pero al final, la necesidad acababa venciéndolo; eso sí, cada vez un poco más tarde, pero eran tantos los empleados que lo compartían, que siempre coincidía con alguien más que, como ya era costumbre, lo dejaba completamente a obscuras en el excusado.
Uno de esos días, cuando “Picadillo” creía estar a punto de lograr su meta, no había terminado de asentar el pie en la calle, cuando se dio cuenta de que tenía que correr rápidamente al baño para evitar un accidente. Sin embargo, pensó: “Esta vez, seguramente no habrá nadie que me interrumpa, pues todos ya se han ido a sus casas”. No obstante, el intendente aún estaba terminando de guardar sus utensilios, y por lo general, entraba a lavarse las manos y la cara después de concluidas sus labores, para luego emprender el largo camino hacia su domicilio, y creyendo que, como era costumbre, ya no quedaba nadie en las oficinas, al terminar de asearse, apagó la luz y se dispuso a salir.
“Picadillo” estaba furioso. Chifló con todas sus fuerzas mientras pensaba: “Con este silencio sepulcral, es imposible que no me oiga”. Pero para su sorpresa, el único resultado fue el ruido de unas pisadas que se alejaban a toda prisa, y para colmo, la puerta del baño se quedó abierta.
-No ha servido de nada tanto esfuerzo –se dijo para sí-, ya que ahora, además de encender la luz, tengo que cerrar nuevamente la puerta.
El episodio se repitió durante toda la semana, pero el siguiente lunes, “Picadillo” descubrió la razón de tal desastre cuando oyó al intendente comentarle con espanto al jefe de mantenimiento:
-Se lo juro, patrón, no sé por dónde entra el gavilán, pero estoy seguro de que viene por las noches y se va antes del amanecer. Llevo una semana oyéndolo cada vez que salgo del baño para irme a mi casa.
Esa noche, al llegar a casa, “Picadillo” se sintió totalmente renovado. Ya no era el oficinista que había salido de su casa en la mañana. Ahora que se sabía todo un gavilán, al desvestirse para dormir, dejó su viejo traje en el suelo, y al despertar, se dio un duchazo de agua fría, y satisfecho, se vistió para ir a trabajar, pero esta vez con un pantalón de gabardina y una camisa de rayón color azul rey, que no había estrenado desde que se la regaló su primo en uno de sus viajes. Caminando con garbo, llegó al trabajo sin hacer caso de las burlas de sus compañeros, en absoluto silencio, pero con una poderosa voz interior que decía: “ABRAN PASO AL GAVILÁN”.
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Libros ligeros
Una selección de obras amenas y de fácil lectura, con fines de entretenimiento o incluso de consulta, integrada con las propuestas de fundadores, asociados y visitantes.
TÍTULOS DEL MES:·
Cuentos para conocedores. Por Fausto R. González Urzaiz (Entretenimiento): Es una colección de cuentos de diversos estilos, ideales para leer, por ejemplo, durante tus viajes en avión o en autobús.
Puede adquirirse en:http://www.lulu.com/content/paperback-book/cuentos-para-conocedores/4202016·
Amparo indirecto. Por Fausto R. González Urzaiz (Consulta): La idea de publicar este libro es proporcionar a los estudiantes de derecho y carreras afines una fuente de información práctica y sencilla que les permita conocer los aspectos básicos del juicio de amparo indirecto, a fin de tener un punto de partida para el inicio de un estudio formal dentro del aula, o bien para prepararse para la materia conocida en algunas universidades como "clínica de amparo", o incluso para utilizarlo como complemento paralelo de su libro de texto principal. En esencia, se trata de una recopilación de las cuestiones más importantes contempladas en la Ley de Amparo, para que el alumno se forme una idea general de este interesante medio de defensa al servicio de los particulares, y será a su vez, un cimiento sólido para que posteriormente esté en aptitud de profundizar en el análisis del juicio de garantías.
Puede adquirirse en:http://www.lulu.com/content/paperback-book/amparo-indirecto/4310297
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Cuentos para conocedores. Por Fausto R. González Urzaiz (Entretenimiento): Es una colección de cuentos de diversos estilos, ideales para leer, por ejemplo, durante tus viajes en avión o en autobús.
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Amparo indirecto. Por Fausto R. González Urzaiz (Consulta): La idea de publicar este libro es proporcionar a los estudiantes de derecho y carreras afines una fuente de información práctica y sencilla que les permita conocer los aspectos básicos del juicio de amparo indirecto, a fin de tener un punto de partida para el inicio de un estudio formal dentro del aula, o bien para prepararse para la materia conocida en algunas universidades como "clínica de amparo", o incluso para utilizarlo como complemento paralelo de su libro de texto principal. En esencia, se trata de una recopilación de las cuestiones más importantes contempladas en la Ley de Amparo, para que el alumno se forme una idea general de este interesante medio de defensa al servicio de los particulares, y será a su vez, un cimiento sólido para que posteriormente esté en aptitud de profundizar en el análisis del juicio de garantías.
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domingo, 6 de diciembre de 2009
UN KARATAZO PARA KEIKO
Todo empezó cuando, por una delicada enfermedad, perdí todo lo que tenía en Cancún y tuve que regresar a mi natal Mérida. Al reponerme, me sentía totalmente deprimido; sin trabajo, y con algún dinero ahorrado que, francamente, no era muy abundante.
Ni modo, tendría que empezar de nuevo; ahora vería si realmente me servirían para algo los años que pasé en la universidad, en el postgrado y en las escuelas de idiomas. Mi currículum, en el papel, podría parecer impresionante, pero en realidad, lo único que conseguí fue incorporarme a un modesto despacho como auxiliar de perito traductor, lo que significaba que, al menos en un principio, ni siquiera tendría sueldo fijo, sino que ganaría una parte proporcional de lo que mi jefe cobrara por los trabajos de traducción.
Durante esos días, un querido amigo de la universidad, al que aquí llamaré Paco, me puso en contacto con un ex compañero de la secundaria, al que llamaré Nacho, que ya para aquel entonces, tenía una escuelita de español para extranjeros, y me invitó a dar algunas clases. Desde luego, yo acepté; para mí era una tarea de lo más odiosa, pero no estaba en situación de ponerme moños. Además, tenía que empezar por algún lado, ya que no me atraía la idea de quedarme a vivir de por vida en casa de mi tío, que era el único lugar de que disponía.
Pues bien, mi primer trabajo en “la escuelita”, fue darle clases de español a una japonesa. ¡Qué fastidio!, con la fama de “especiales” que tienen los japoneses, a lo que se sumaba que mi alumna era algo mayor que yo y con ideas algo modernistas para vivir en Japón. Se llamaba Keiko, lo cual me causaba cierta gracia, ya que ése era el nombre de la orca que encabezaba el show de mamíferos marinos en un parque de la Ciudad de México. La descripción física de la chica es exactamente la que ustedes se están imaginando: bajita, de pelo negro y lacio, ojos rasgados y… ¡ah, sí!, era llenita pero maciza, y solía ir a clases con tenis, calcetines blancos, pantalón corto y camiseta. A mí, como occidental, no me parecía que Keiko fuese una chica precisamente guapa; sin embargo, sus gruesas y macizas piernas, eran tentadoras.
Entenderme con ella no era tan fácil, ya que su español era espantoso, y aunque a veces tratábamos de entendernos en inglés, su acento japonés no ayudaba mucho, y menos su costumbre de utilizar expresiones en su lengua natal; su favorita era “CHOTO MATE”, que a mí me sonaba como “YO TOMATE”, otra situación graciosa, pues la forma de su cara, era similar a la de un tomate; un tomate amarillo, pero un tomate al fin y al cabo.
A lo anterior se sumaba la actitud rebelde de mi discípula, que se mostraba algo reacia a seguir la mayoría de mis instrucciones, además de ser excesivamente exigente con las horas de clase que ella ya había pagado, y siempre queriendo acomodar los horarios y los días como le diera la gana, lo que nos acarreaba algunas complicaciones a Nacho, a Paco y, por supuesto, a mí. Pero no me imaginé que el último día de clases, caería la gota que rebosaría el vaso.
Ese día, durante la clase, Keiko me pidió que la ayudara a escribir una carta para la familia que la estaba hospedando. Recuerdo que una de mis recomendaciones fue que primero escribiera un borrador en su propio idioma, para saber exactamente lo que quería comunicarles, y después hiciéramos la traducción y las adecuaciones necesarias. Para variar, ella se negó, y me dijo que la escribiría en español, porque tenía que acostumbrarse a pensar en español. Yo le respondí que si le daba ese consejo, era porque mis maestros, en alguna ocasión, me habían recomendado hacer lo mismo, a lo que replicó que a ella “su maestro” le había dicho otra cosa. Esto me pareció una majadería completa, ya que era indiscutible que, en ese momento, su maestro era yo.
Una vez que terminó (por fin), de redactar su carta, le dije: “Muy bien, ahora lee tu carta”. Y para mi sorpresa, me preguntó “¿Qué es carta?”
No podía creerlo; habíamos estado hablando de la carta todo ese rato, y luego resultó que la niña no sabía lo que era una carta. Entonces le pregunté: “¿Qué es lo que acabas de hacer?”; pero no me respondía, sólo me miraba con cara de interrogación… o tal vez de boba. Queriendo acabar de una vez con el problema, tomé su carta y le pregunté: “¿Qué es esto?”, a lo que cínicamente contestó: “Papel”.
Esto era demasiado, era evidente que Keiko no estaba poniendo de su parte; no entendía porque no quería entender, y ya parecía que estaba burlándose de mí… eso acabó con mi paciencia. Enseguida le grité: “¿Qué es lo que está escrito en el papel?”… No hubo respuesta… se quedó mirándome a la cara y me dijo “Don´t raise your voice, because I don´t like people who raise the voice when they talk to me… so calm down…¿entiendes?”
Ahora sí me había colmado la paciencia... el que estaba dando la clase era yo, y ella, no sólo estaba diciéndome lo que tenía que hacer, sino que ponía en duda mi entendimiento... ¿acaso me tomaba por un idiota?
Sólo alcancé a decir: “¡ESPERA!”... y salí del salón de clases. Fui al baño y me lavé la cara mientras trataba de poner en orden mis ideas, pero era inútil, la ira me cegaba; salí del baño y recorrí el largo y vacío pasillo de la escuela... parecía increíble que no se oyera un solo murmullo y que mi clase fuera la única que estaba impartiéndose ese día. Salí de la escuela y crucé la calle; entré en una tienda y compré el refresco más frío que encontré... me lo llevé de regreso y lo iba tomando mientras caminaba. Entré de nuevo en la escuela y recorrí nuevamente el pasillo, llegué otra vez al baño y me senté en el suelo a terminarme la soda como si fuera una medicina maravillosa que me resolvería el problema.
Finalmente, logré pensar con algo de calma: ¿qué hacer?, podía simplemente largarme de ahí, ya que el trabajo me había sido pagado al principio de la semana... podía regresar y continuar con mi patética clase como si nada hubiera pasado, o bien, regresar y decir a Keiko que daba por finalizado el curso... y hasta ponerle un cero de calificación, lo cual no le dolería mucho, puesto que eran cursos sin valor curricular... además, Nacho confiaba en mí y lo que menos quería era causarle disgustos.
De pronto, un ruido en el pasillo interrumpió mi meditación, por lo que decidí asomarme para ver qué pasaba, y casualmente, se trataba de Nacho, que acababa de llegar.
Al verme, me preguntó si todo estaba en orden, por lo que le expliqué que me sentía contrariado, debido a que la alumna no prestaba atención en clase ni hacía caso de lo que yo le decía.
Nacho, sin sufrir la menor alteración en el ánimo, me dijo que no me preocupara, ya que él iba a solucionar el problema de inmediato.
Lo seguí hacia el aula, y una vez que entramos, cerró la puerta con seguro. Se dirigió a Keiko y le dijo que continuaríamos la clase, pero primero tendríamos que tomar medidas disciplinarias, ya que su actitud había sido algo negativa durante el curso; y le aclaró que la labor de un maestro no era sólo informativa sino formativa, y que así como estaba aprendiendo nuestro idioma, también tendría que aprender otras cosas sobre los mexicanos, así que le dijo que se quedaría de pie en un rincón para tomar los siguientes minutos de clase.
El resultado no se hizo esperar: Mi querida rebelde sin causa, empezó a protestar, a gritar, a dar manotazos al aire, diciendo que por lo que había pagado, lo menos que podíamos darle era una silla de tiempo completo; a lo que Nacho respondió que la verdadera formación no tenía precio y valía muchísimo más de cualquier colegiatura que ella pudiera pagar. Acto seguido, la tomó de la mano para ayudarla a levantarse y llevarla al rincón… pero sorpresivamente, la chica se levantó y le pegó tremenda bofetada. Como lo agarró desprevenido, su mano dio de lleno en la mejilla del joven director, lo que lo llenó de cólera.
Cuando Nacho reaccionó, ella estaba en posición de combate, como los karatekas, y lo miraba con aire retador. ¡Lo que faltaba! La niña quería un combate. Ni modo, mi amigo tendría que recordar nuestras lecciones básicas de karate para responder a su agresión con la mayor dignidad posible… pero, ¿qué recordar primero?, ¿qué era lo básico? En realidad nunca habíamos presentado exámenes ni nada… en general, todos nuestros conocimientos eran muy elementales, y dadas las circunstancias, insuficientes. ¡Qué remedio! Habría que a repasar mentalmente las primeras lecciones como buenamente se pudiera… lo primero… saber pararse… ¡un momento! De pronto Nacho miró de reojo los pies de su aparente contrincante, y eso me hizo darme cuenta de algo increíble: ¡ELLA ESTABA MAL PARADA! No lo entendía, ¿cuál sería la razón?; ¿sería posible que en Japón hubiera gente que practicara artes marciales sin saber cómo pararse?…. o mejor aún, ¿sería posible que por alguna extraña razón, esta chica no tuviera la menor idea de lo que era el karate y sólo estuviera alardeando? No importaba, no había tiempo que perder; ella estaba mal parada y Nacho tenía que aprovechar la ventaja… así que hizo lo que hacía nuestro maestro; rápidamente movió un pie de manera que chocara en forma lateral con el de la estudiante… el resultado no podría haber sido mejor. Keiko cayó al suelo como tabla… y el combatiente que estaba en pie tenía que decidir su próximo movimiento en décimas de segundo. No había tiempo para pensar en muchas opciones, y rápidamente, jugándose el todo por el todo, le pisó el cuello… la cara de mi discípula reflejaba preocupación… parecía que estaba evaluando las circunstancias… calculando su peso y el del agresor… midiendo la estatura… advirtiendo que ella estaba tendida en el suelo y su oponente estaba de pie.
De pronto, Keiko empezó a gritar: “¡MATE, MATE, MATE!”
- ¿Estás pidiendo que te mate? –preguntó Nacho.
- ¡No, no, espera! –se apresuró a responder ella–, haré lo que tú digas.
- ¿Lo que yo diga?
- ¡Sí, sí!, ¡lo juro!
Los ojos de mi querido patrón recorrían el salón de ida y vuelta… de pronto, al fondo del aula, sobre un viejo librero, divisó una formidable regla de madera de unos cincuenta centímetros de largo.
- Muy bien, Keiko, entonces levántate y tráeme esa regla.
La chica obedeció con sorprendente rapidez. Nacho tomó la regla entre las manos y la examinó; al parecer era perfecta para consumar la “lección” del día.
- Gracias, Keiko, ahora te pararás en el rincón.
La exótica estudiante obedeció nuevamente, y se paró en un rincón del aula dándonos la espalda.
- Buena chica –dije el director–, ahora te bajarás los calzones.
- ¡MATE! –gritó ella al tiempo que volteaba y caminaba hacia él.
- ¡SILENCIO! –gritó Nacho al tiempo que aporreaba la regla contra el escritorio-. ¡REGRESA AL RINCÓN!
- No me grites.
- ¡DIJE: SILENCIO! –vociferó mientras volvía a golpear el escritorio con la regla-. ¡NO ME DIGAS LO QUE TENGO QUE HACER! ¡VAS A REGRESAR AL RINCÓN AHORA MISMO! –gritó mientras levantaba la regla como si fuera a golpearla en la cara.
No tuvo más remedio; obedeció de inmediato. Corrió al rincón al tiempo que el jefe hacía sonar la regla una vez más… entendió el mensaje y desabrochó el pantalón corto que acostumbraba usar, para luego dejarlo caer.
La camiseta le llegaba a la mitad de las nalgas y dejaba ver el típico calzoncito blanco que, aunque era de corte más bien conservador, no era suficiente para cubrir la totalidad de su gran trasero.
- Amárrate la camiseta a la cintura -ordenó él–, y bájate los calzones.
La chica obedeció sumisamente… y el panorama mejoró… por un momento miré discretamente a Nacho; era como si de pronto lo hubiera invadido un sentimiento de ternura al verla subirse la camiseta y dejar al descubierto toda la redondez de su nalgatorio… se la amarró cuidadosamente a la cintura y procedió a bajarse el calzoncito blanco… entonces el dueño, el amo y señor de la escuela, se entregó a la contemplación de sus nalgas … se acercó y le dio una palmada para comprobar su firmeza… y ella inmediatamente dijo:
- ¡Ja!, ¿ése fue tu mejor golpe?
¡Gran error! Más le habría valido cerrar la boca… Nacho tomó la regla con las dos manos y le dio un soberano golpe en el trasero que le dejó una franja roja… la regla se partió en dos, pero la ira no le permitió darse por vencido, así que sacó rápidamente su cinturón. Keiko en seguida reconoció el sonido que hizo al deslizarse por las presillas, y gritó:
- ¡CHOTO MATE! ¡CHOTO MATE!
- ¡Como tomate va a quedar tu trasero después de esto; espero que te sirva de escarmiento!
- ¡NOOOOOOO! –gritó Keiko al oír el zumbido del cinturón en el aire.
- ¡ZAS! –cayó el primer cinturonazo al tiempo que ella daba un alarido ensordecedor.
- Mis tímpanos no resistirán –pensaba para mis adentros–.
Sin embargo, el director parecía dispuesto a terminar lo que ya había empezado y siguió dándole a Keiko la cueriza de su vida.
- ¡AAAAAAAAAUUUUUUUUCH! ¡MATE! ¡MATE! ¡NOOOOOOOOOOO! –gritaba ella desesperada, pero era inútil; la escuela estaba completamente vacía y Nacho era el dueño de la situación.
Le habrá dado entre diez y quince cinturonazos… el culo le había quedado colorado como un verdadero tomate… hasta que ella, decidida a poner fin a su suplicio, se dio la vuelta y se hincó frente al jefe con decisión… adiviné sus intenciones y me dirigí hacia la salida, mientras mi compañero la dejaba seguir adelante… y lo mejor fue que Keiko, al tener la boca llena, tuvo que quedarse calladita para verse más bonita.
Ni modo, tendría que empezar de nuevo; ahora vería si realmente me servirían para algo los años que pasé en la universidad, en el postgrado y en las escuelas de idiomas. Mi currículum, en el papel, podría parecer impresionante, pero en realidad, lo único que conseguí fue incorporarme a un modesto despacho como auxiliar de perito traductor, lo que significaba que, al menos en un principio, ni siquiera tendría sueldo fijo, sino que ganaría una parte proporcional de lo que mi jefe cobrara por los trabajos de traducción.
Durante esos días, un querido amigo de la universidad, al que aquí llamaré Paco, me puso en contacto con un ex compañero de la secundaria, al que llamaré Nacho, que ya para aquel entonces, tenía una escuelita de español para extranjeros, y me invitó a dar algunas clases. Desde luego, yo acepté; para mí era una tarea de lo más odiosa, pero no estaba en situación de ponerme moños. Además, tenía que empezar por algún lado, ya que no me atraía la idea de quedarme a vivir de por vida en casa de mi tío, que era el único lugar de que disponía.
Pues bien, mi primer trabajo en “la escuelita”, fue darle clases de español a una japonesa. ¡Qué fastidio!, con la fama de “especiales” que tienen los japoneses, a lo que se sumaba que mi alumna era algo mayor que yo y con ideas algo modernistas para vivir en Japón. Se llamaba Keiko, lo cual me causaba cierta gracia, ya que ése era el nombre de la orca que encabezaba el show de mamíferos marinos en un parque de la Ciudad de México. La descripción física de la chica es exactamente la que ustedes se están imaginando: bajita, de pelo negro y lacio, ojos rasgados y… ¡ah, sí!, era llenita pero maciza, y solía ir a clases con tenis, calcetines blancos, pantalón corto y camiseta. A mí, como occidental, no me parecía que Keiko fuese una chica precisamente guapa; sin embargo, sus gruesas y macizas piernas, eran tentadoras.
Entenderme con ella no era tan fácil, ya que su español era espantoso, y aunque a veces tratábamos de entendernos en inglés, su acento japonés no ayudaba mucho, y menos su costumbre de utilizar expresiones en su lengua natal; su favorita era “CHOTO MATE”, que a mí me sonaba como “YO TOMATE”, otra situación graciosa, pues la forma de su cara, era similar a la de un tomate; un tomate amarillo, pero un tomate al fin y al cabo.
A lo anterior se sumaba la actitud rebelde de mi discípula, que se mostraba algo reacia a seguir la mayoría de mis instrucciones, además de ser excesivamente exigente con las horas de clase que ella ya había pagado, y siempre queriendo acomodar los horarios y los días como le diera la gana, lo que nos acarreaba algunas complicaciones a Nacho, a Paco y, por supuesto, a mí. Pero no me imaginé que el último día de clases, caería la gota que rebosaría el vaso.
Ese día, durante la clase, Keiko me pidió que la ayudara a escribir una carta para la familia que la estaba hospedando. Recuerdo que una de mis recomendaciones fue que primero escribiera un borrador en su propio idioma, para saber exactamente lo que quería comunicarles, y después hiciéramos la traducción y las adecuaciones necesarias. Para variar, ella se negó, y me dijo que la escribiría en español, porque tenía que acostumbrarse a pensar en español. Yo le respondí que si le daba ese consejo, era porque mis maestros, en alguna ocasión, me habían recomendado hacer lo mismo, a lo que replicó que a ella “su maestro” le había dicho otra cosa. Esto me pareció una majadería completa, ya que era indiscutible que, en ese momento, su maestro era yo.
Una vez que terminó (por fin), de redactar su carta, le dije: “Muy bien, ahora lee tu carta”. Y para mi sorpresa, me preguntó “¿Qué es carta?”
No podía creerlo; habíamos estado hablando de la carta todo ese rato, y luego resultó que la niña no sabía lo que era una carta. Entonces le pregunté: “¿Qué es lo que acabas de hacer?”; pero no me respondía, sólo me miraba con cara de interrogación… o tal vez de boba. Queriendo acabar de una vez con el problema, tomé su carta y le pregunté: “¿Qué es esto?”, a lo que cínicamente contestó: “Papel”.
Esto era demasiado, era evidente que Keiko no estaba poniendo de su parte; no entendía porque no quería entender, y ya parecía que estaba burlándose de mí… eso acabó con mi paciencia. Enseguida le grité: “¿Qué es lo que está escrito en el papel?”… No hubo respuesta… se quedó mirándome a la cara y me dijo “Don´t raise your voice, because I don´t like people who raise the voice when they talk to me… so calm down…¿entiendes?”
Ahora sí me había colmado la paciencia... el que estaba dando la clase era yo, y ella, no sólo estaba diciéndome lo que tenía que hacer, sino que ponía en duda mi entendimiento... ¿acaso me tomaba por un idiota?
Sólo alcancé a decir: “¡ESPERA!”... y salí del salón de clases. Fui al baño y me lavé la cara mientras trataba de poner en orden mis ideas, pero era inútil, la ira me cegaba; salí del baño y recorrí el largo y vacío pasillo de la escuela... parecía increíble que no se oyera un solo murmullo y que mi clase fuera la única que estaba impartiéndose ese día. Salí de la escuela y crucé la calle; entré en una tienda y compré el refresco más frío que encontré... me lo llevé de regreso y lo iba tomando mientras caminaba. Entré de nuevo en la escuela y recorrí nuevamente el pasillo, llegué otra vez al baño y me senté en el suelo a terminarme la soda como si fuera una medicina maravillosa que me resolvería el problema.
Finalmente, logré pensar con algo de calma: ¿qué hacer?, podía simplemente largarme de ahí, ya que el trabajo me había sido pagado al principio de la semana... podía regresar y continuar con mi patética clase como si nada hubiera pasado, o bien, regresar y decir a Keiko que daba por finalizado el curso... y hasta ponerle un cero de calificación, lo cual no le dolería mucho, puesto que eran cursos sin valor curricular... además, Nacho confiaba en mí y lo que menos quería era causarle disgustos.
De pronto, un ruido en el pasillo interrumpió mi meditación, por lo que decidí asomarme para ver qué pasaba, y casualmente, se trataba de Nacho, que acababa de llegar.
Al verme, me preguntó si todo estaba en orden, por lo que le expliqué que me sentía contrariado, debido a que la alumna no prestaba atención en clase ni hacía caso de lo que yo le decía.
Nacho, sin sufrir la menor alteración en el ánimo, me dijo que no me preocupara, ya que él iba a solucionar el problema de inmediato.
Lo seguí hacia el aula, y una vez que entramos, cerró la puerta con seguro. Se dirigió a Keiko y le dijo que continuaríamos la clase, pero primero tendríamos que tomar medidas disciplinarias, ya que su actitud había sido algo negativa durante el curso; y le aclaró que la labor de un maestro no era sólo informativa sino formativa, y que así como estaba aprendiendo nuestro idioma, también tendría que aprender otras cosas sobre los mexicanos, así que le dijo que se quedaría de pie en un rincón para tomar los siguientes minutos de clase.
El resultado no se hizo esperar: Mi querida rebelde sin causa, empezó a protestar, a gritar, a dar manotazos al aire, diciendo que por lo que había pagado, lo menos que podíamos darle era una silla de tiempo completo; a lo que Nacho respondió que la verdadera formación no tenía precio y valía muchísimo más de cualquier colegiatura que ella pudiera pagar. Acto seguido, la tomó de la mano para ayudarla a levantarse y llevarla al rincón… pero sorpresivamente, la chica se levantó y le pegó tremenda bofetada. Como lo agarró desprevenido, su mano dio de lleno en la mejilla del joven director, lo que lo llenó de cólera.
Cuando Nacho reaccionó, ella estaba en posición de combate, como los karatekas, y lo miraba con aire retador. ¡Lo que faltaba! La niña quería un combate. Ni modo, mi amigo tendría que recordar nuestras lecciones básicas de karate para responder a su agresión con la mayor dignidad posible… pero, ¿qué recordar primero?, ¿qué era lo básico? En realidad nunca habíamos presentado exámenes ni nada… en general, todos nuestros conocimientos eran muy elementales, y dadas las circunstancias, insuficientes. ¡Qué remedio! Habría que a repasar mentalmente las primeras lecciones como buenamente se pudiera… lo primero… saber pararse… ¡un momento! De pronto Nacho miró de reojo los pies de su aparente contrincante, y eso me hizo darme cuenta de algo increíble: ¡ELLA ESTABA MAL PARADA! No lo entendía, ¿cuál sería la razón?; ¿sería posible que en Japón hubiera gente que practicara artes marciales sin saber cómo pararse?…. o mejor aún, ¿sería posible que por alguna extraña razón, esta chica no tuviera la menor idea de lo que era el karate y sólo estuviera alardeando? No importaba, no había tiempo que perder; ella estaba mal parada y Nacho tenía que aprovechar la ventaja… así que hizo lo que hacía nuestro maestro; rápidamente movió un pie de manera que chocara en forma lateral con el de la estudiante… el resultado no podría haber sido mejor. Keiko cayó al suelo como tabla… y el combatiente que estaba en pie tenía que decidir su próximo movimiento en décimas de segundo. No había tiempo para pensar en muchas opciones, y rápidamente, jugándose el todo por el todo, le pisó el cuello… la cara de mi discípula reflejaba preocupación… parecía que estaba evaluando las circunstancias… calculando su peso y el del agresor… midiendo la estatura… advirtiendo que ella estaba tendida en el suelo y su oponente estaba de pie.
De pronto, Keiko empezó a gritar: “¡MATE, MATE, MATE!”
- ¿Estás pidiendo que te mate? –preguntó Nacho.
- ¡No, no, espera! –se apresuró a responder ella–, haré lo que tú digas.
- ¿Lo que yo diga?
- ¡Sí, sí!, ¡lo juro!
Los ojos de mi querido patrón recorrían el salón de ida y vuelta… de pronto, al fondo del aula, sobre un viejo librero, divisó una formidable regla de madera de unos cincuenta centímetros de largo.
- Muy bien, Keiko, entonces levántate y tráeme esa regla.
La chica obedeció con sorprendente rapidez. Nacho tomó la regla entre las manos y la examinó; al parecer era perfecta para consumar la “lección” del día.
- Gracias, Keiko, ahora te pararás en el rincón.
La exótica estudiante obedeció nuevamente, y se paró en un rincón del aula dándonos la espalda.
- Buena chica –dije el director–, ahora te bajarás los calzones.
- ¡MATE! –gritó ella al tiempo que volteaba y caminaba hacia él.
- ¡SILENCIO! –gritó Nacho al tiempo que aporreaba la regla contra el escritorio-. ¡REGRESA AL RINCÓN!
- No me grites.
- ¡DIJE: SILENCIO! –vociferó mientras volvía a golpear el escritorio con la regla-. ¡NO ME DIGAS LO QUE TENGO QUE HACER! ¡VAS A REGRESAR AL RINCÓN AHORA MISMO! –gritó mientras levantaba la regla como si fuera a golpearla en la cara.
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Sin embargo, el director parecía dispuesto a terminar lo que ya había empezado y siguió dándole a Keiko la cueriza de su vida.
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