Cada vez que Esteban y Andrés se quedaban a pasar el día en casa de la abuela Tita, a eso de la una de la tarde, oían un grito que sonaba como “CACARACÁ, CACARACÁ”.
Intrigados, empezaron a tratar de imaginarse de dónde podría venir ese sonido tan peculiar. Y para averiguarlo, trataban de seguir el ruido y de fijarse bien de dónde provenía.
Así, a la una de la tarde, exactamente después de su almuerzo, se lavaban los dientes a gran velocidad y prestaban mucha pero mucha atención, para descubrir que, nuevamente, a esa misma hora, se oía el grito de “CACARACÁ, CACARACÁ”.
Conforme pasaban los días, se acercaban más y más a la fuente del misterioso sonido, y siguiéndolo y siguiéndolo, llegaron al lugar en el que se oía en su máximo volumen: ¡¡CACARACÁ, CACARACÁ!!
Estaban precisamente frente a la puerta de uno de los baños, y una vez que se decidieron a entrar, el grito fue tan fuerte, que los ahuyentó de inmediato: ¡¡¡¡CACARACÁ, CACARACÁ!!!!
Esteban y Andrés, llegaron a la conclusión, de que en ese baño, se escondía EL TUCHO CACARACÁ. Y desde ese día, decidieron no acercarse más a dicho lugar, para evitar que se les apareciera y los asustara con su grotesca imagen.
Así pasaron varios días, pero el asunto se complicó el siguiente sábado, con la visita del primo Felipito, que tenía la costumbre de hacer todas sus necesidades, precisamente después del almuerzo. Pero sus primos le decían: “No, Felipito, a esta hora no puedes acercarte al baño, porque es la hora del tucho Cacaracá… Y en ese preciso momento, se oyó con gran intensidad el grito de “¡¡¡¡¡CACARACÁ, CACARACÁ!!!!!” Felipito casi se desmaya.
El resultado no se hizo esperar, entre tantos dimes y diretes, el primo Felipito se orinó en el pantalón. Esto preocupó mucho a los niños, pues pensaban: “No puede ser que nos tengamos que estar meando a cada rato, por culpa del tucho Cacaracá.
Entonces decidieron armar un plan para deshacerse del intruso de una vez por todas, y juntaron a todos sus amiguitos del vecindario, con la consigna de que al día siguiente, a la una en punto, se presentaran en casa de la abuela Tita, junto a la puerta del baño, armados con palos, piedras y machetes de flamboyán.
A la hora de la cita, envalentonados, y cargados con todo su armamento, abrieron la puerta de un empujón, y para su sorpresa, ahí estaba el tío Quique, que padecía de estreñimiento, sentado en el excusado gritando: ¡¡SAL, CACA, SAL, CACA, SAL YA!!
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sábado, 26 de diciembre de 2009
viernes, 25 de diciembre de 2009
Literatura sobre nalgadas

A propósito de este tema, creo que el otro día alguien me cuestionaba el porqué publicar historias de nalgadas dentro de un libro si podemos leerlas en Internet, y otra persona destacaba la rareza de mezclar tales relatos con otros cuentos más convencionales, y al darle algo de vueltas al asunto, concluí que, efectivamente, estas publicaciones son importantes, pues constituyen una manera de darles a estos gustos el lugar que les corresponde en la literatura, y demostrar que tienen calidad y merecen publicarse, ya con otros cuentos, o bien, como libros independientes.
Tal es el caso de una obra que compré recientemente, titulada "Confesiones en la pista del spank", escrita por Mónica López Martín, quien dice haber tardado treinta y cinco años en publicar sus confesiones. Admito que aún no empiezo a leerla, pero estoy seguro de que será mi primera lectura del año 2010 y publicaré los comentarios correspondientes.
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lunes, 7 de diciembre de 2009
Picadillo (cuento)
Todos lo conocían con el apodo de “Picadillo”, desde hacía tanto tiempo que ya nadie sabía por qué. Él lo odiaba, pero ya eran pocos los que recordaban su verdadero nombre.
Aun así, “Picadillo” estaba empeñado en mantener su dignidad. Era un oficinista y tenía que hacerse respetar. Todas las noches se rasuraba los tres pelos que le crecían en la barbilla, planchaba su traje y lo colgaba en la percha.
Esa mañana, como todas las demás, se lavó la cara y las axilas con una toalla mojada, se embadurnó el pelo con fijador para disimular la rebeldía natural de su cabellera, se enfundó en su traje, siempre con camisa blanca y corbata obscura, y se calzó sus zapatos de plataforma, ya que su baja estatura, era una de las causas, según él, del “poco respeto” con el que se le dirigían sus compañeros. Y es que era tan pequeño, que cuando utilizaba el baño común de la oficina, nadie notaba su presencia, ya que sus pies colgaban a tal altura, que desaparecían tras la diminuta puertecilla. Por lo tanto, cualquier otro trabajador que entrara a hacer uso de los servicios sanitarios, al salir, creyendo vacío el cuarto de baño, apagaba la luz y cerraba la puerta.
¡Vanos eran los intentos de “Picadillo” por evitar la embarazosa situación! Por más fuertes que fueran sus silbidos de advertencia, era inútil, nadie le hacía caso y siempre terminaba brincando del excusado para salir medio encuerado a encender la luz de nuevo y luego volver al trono a toda prisa a fin de que nadie fuera a sorprenderlo en una situación tan ridícula a su modo de ver.
Y cada día se esforzaba más para evitar la angustiante visita al sanitario de su centro de trabajo, pero al final, la necesidad acababa venciéndolo; eso sí, cada vez un poco más tarde, pero eran tantos los empleados que lo compartían, que siempre coincidía con alguien más que, como ya era costumbre, lo dejaba completamente a obscuras en el excusado.
Uno de esos días, cuando “Picadillo” creía estar a punto de lograr su meta, no había terminado de asentar el pie en la calle, cuando se dio cuenta de que tenía que correr rápidamente al baño para evitar un accidente. Sin embargo, pensó: “Esta vez, seguramente no habrá nadie que me interrumpa, pues todos ya se han ido a sus casas”. No obstante, el intendente aún estaba terminando de guardar sus utensilios, y por lo general, entraba a lavarse las manos y la cara después de concluidas sus labores, para luego emprender el largo camino hacia su domicilio, y creyendo que, como era costumbre, ya no quedaba nadie en las oficinas, al terminar de asearse, apagó la luz y se dispuso a salir.
“Picadillo” estaba furioso. Chifló con todas sus fuerzas mientras pensaba: “Con este silencio sepulcral, es imposible que no me oiga”. Pero para su sorpresa, el único resultado fue el ruido de unas pisadas que se alejaban a toda prisa, y para colmo, la puerta del baño se quedó abierta.
-No ha servido de nada tanto esfuerzo –se dijo para sí-, ya que ahora, además de encender la luz, tengo que cerrar nuevamente la puerta.
El episodio se repitió durante toda la semana, pero el siguiente lunes, “Picadillo” descubrió la razón de tal desastre cuando oyó al intendente comentarle con espanto al jefe de mantenimiento:
-Se lo juro, patrón, no sé por dónde entra el gavilán, pero estoy seguro de que viene por las noches y se va antes del amanecer. Llevo una semana oyéndolo cada vez que salgo del baño para irme a mi casa.
Esa noche, al llegar a casa, “Picadillo” se sintió totalmente renovado. Ya no era el oficinista que había salido de su casa en la mañana. Ahora que se sabía todo un gavilán, al desvestirse para dormir, dejó su viejo traje en el suelo, y al despertar, se dio un duchazo de agua fría, y satisfecho, se vistió para ir a trabajar, pero esta vez con un pantalón de gabardina y una camisa de rayón color azul rey, que no había estrenado desde que se la regaló su primo en uno de sus viajes. Caminando con garbo, llegó al trabajo sin hacer caso de las burlas de sus compañeros, en absoluto silencio, pero con una poderosa voz interior que decía: “ABRAN PASO AL GAVILÁN”.
Más cuentos en...
http://www.lulu.com/content/libro-tapa-blanda/cuentos-para-conocedores/4202016
Aun así, “Picadillo” estaba empeñado en mantener su dignidad. Era un oficinista y tenía que hacerse respetar. Todas las noches se rasuraba los tres pelos que le crecían en la barbilla, planchaba su traje y lo colgaba en la percha.
Esa mañana, como todas las demás, se lavó la cara y las axilas con una toalla mojada, se embadurnó el pelo con fijador para disimular la rebeldía natural de su cabellera, se enfundó en su traje, siempre con camisa blanca y corbata obscura, y se calzó sus zapatos de plataforma, ya que su baja estatura, era una de las causas, según él, del “poco respeto” con el que se le dirigían sus compañeros. Y es que era tan pequeño, que cuando utilizaba el baño común de la oficina, nadie notaba su presencia, ya que sus pies colgaban a tal altura, que desaparecían tras la diminuta puertecilla. Por lo tanto, cualquier otro trabajador que entrara a hacer uso de los servicios sanitarios, al salir, creyendo vacío el cuarto de baño, apagaba la luz y cerraba la puerta.
¡Vanos eran los intentos de “Picadillo” por evitar la embarazosa situación! Por más fuertes que fueran sus silbidos de advertencia, era inútil, nadie le hacía caso y siempre terminaba brincando del excusado para salir medio encuerado a encender la luz de nuevo y luego volver al trono a toda prisa a fin de que nadie fuera a sorprenderlo en una situación tan ridícula a su modo de ver.
Y cada día se esforzaba más para evitar la angustiante visita al sanitario de su centro de trabajo, pero al final, la necesidad acababa venciéndolo; eso sí, cada vez un poco más tarde, pero eran tantos los empleados que lo compartían, que siempre coincidía con alguien más que, como ya era costumbre, lo dejaba completamente a obscuras en el excusado.
Uno de esos días, cuando “Picadillo” creía estar a punto de lograr su meta, no había terminado de asentar el pie en la calle, cuando se dio cuenta de que tenía que correr rápidamente al baño para evitar un accidente. Sin embargo, pensó: “Esta vez, seguramente no habrá nadie que me interrumpa, pues todos ya se han ido a sus casas”. No obstante, el intendente aún estaba terminando de guardar sus utensilios, y por lo general, entraba a lavarse las manos y la cara después de concluidas sus labores, para luego emprender el largo camino hacia su domicilio, y creyendo que, como era costumbre, ya no quedaba nadie en las oficinas, al terminar de asearse, apagó la luz y se dispuso a salir.
“Picadillo” estaba furioso. Chifló con todas sus fuerzas mientras pensaba: “Con este silencio sepulcral, es imposible que no me oiga”. Pero para su sorpresa, el único resultado fue el ruido de unas pisadas que se alejaban a toda prisa, y para colmo, la puerta del baño se quedó abierta.
-No ha servido de nada tanto esfuerzo –se dijo para sí-, ya que ahora, además de encender la luz, tengo que cerrar nuevamente la puerta.
El episodio se repitió durante toda la semana, pero el siguiente lunes, “Picadillo” descubrió la razón de tal desastre cuando oyó al intendente comentarle con espanto al jefe de mantenimiento:
-Se lo juro, patrón, no sé por dónde entra el gavilán, pero estoy seguro de que viene por las noches y se va antes del amanecer. Llevo una semana oyéndolo cada vez que salgo del baño para irme a mi casa.
Esa noche, al llegar a casa, “Picadillo” se sintió totalmente renovado. Ya no era el oficinista que había salido de su casa en la mañana. Ahora que se sabía todo un gavilán, al desvestirse para dormir, dejó su viejo traje en el suelo, y al despertar, se dio un duchazo de agua fría, y satisfecho, se vistió para ir a trabajar, pero esta vez con un pantalón de gabardina y una camisa de rayón color azul rey, que no había estrenado desde que se la regaló su primo en uno de sus viajes. Caminando con garbo, llegó al trabajo sin hacer caso de las burlas de sus compañeros, en absoluto silencio, pero con una poderosa voz interior que decía: “ABRAN PASO AL GAVILÁN”.
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Libros ligeros
Una selección de obras amenas y de fácil lectura, con fines de entretenimiento o incluso de consulta, integrada con las propuestas de fundadores, asociados y visitantes.
TÍTULOS DEL MES:·
Cuentos para conocedores. Por Fausto R. González Urzaiz (Entretenimiento): Es una colección de cuentos de diversos estilos, ideales para leer, por ejemplo, durante tus viajes en avión o en autobús.
Puede adquirirse en:http://www.lulu.com/content/paperback-book/cuentos-para-conocedores/4202016·
Amparo indirecto. Por Fausto R. González Urzaiz (Consulta): La idea de publicar este libro es proporcionar a los estudiantes de derecho y carreras afines una fuente de información práctica y sencilla que les permita conocer los aspectos básicos del juicio de amparo indirecto, a fin de tener un punto de partida para el inicio de un estudio formal dentro del aula, o bien para prepararse para la materia conocida en algunas universidades como "clínica de amparo", o incluso para utilizarlo como complemento paralelo de su libro de texto principal. En esencia, se trata de una recopilación de las cuestiones más importantes contempladas en la Ley de Amparo, para que el alumno se forme una idea general de este interesante medio de defensa al servicio de los particulares, y será a su vez, un cimiento sólido para que posteriormente esté en aptitud de profundizar en el análisis del juicio de garantías.
Puede adquirirse en:http://www.lulu.com/content/paperback-book/amparo-indirecto/4310297
TÍTULOS DEL MES:·
Cuentos para conocedores. Por Fausto R. González Urzaiz (Entretenimiento): Es una colección de cuentos de diversos estilos, ideales para leer, por ejemplo, durante tus viajes en avión o en autobús.
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Amparo indirecto. Por Fausto R. González Urzaiz (Consulta): La idea de publicar este libro es proporcionar a los estudiantes de derecho y carreras afines una fuente de información práctica y sencilla que les permita conocer los aspectos básicos del juicio de amparo indirecto, a fin de tener un punto de partida para el inicio de un estudio formal dentro del aula, o bien para prepararse para la materia conocida en algunas universidades como "clínica de amparo", o incluso para utilizarlo como complemento paralelo de su libro de texto principal. En esencia, se trata de una recopilación de las cuestiones más importantes contempladas en la Ley de Amparo, para que el alumno se forme una idea general de este interesante medio de defensa al servicio de los particulares, y será a su vez, un cimiento sólido para que posteriormente esté en aptitud de profundizar en el análisis del juicio de garantías.
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domingo, 6 de diciembre de 2009
Libros ligeros

Una selección de obras amenas y de fácil lectura, con fines de entretenimiento o incluso de consulta, integrada con las propuestas de fundadores, asociados y visitantes.
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· Cuentos para conocedores. Por Fausto R. González Urzaiz (Entretenimiento): Es una colección de cuentos de diversos estilos, ideales para leer, por ejemplo, durante tus viajes en avión o en autobús.
Puede adquirirse en:
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· Amparo indirecto. Por Fausto R. González Urzaiz (Consulta): La idea de publicar este libro es proporcionar a los estudiantes de derecho y carreras afines una fuente de información práctica y sencilla que les permita conocer los aspectos básicos del juicio de amparo indirecto, a fin de tener un punto de partida para el inicio de un estudio formal dentro del aula, o bien para prepararse para la materia conocida en algunas universidades como "clínica de amparo", o incluso para utilizarlo como complemento paralelo de su libro de texto principal. En esencia, se trata de una recopilación de las cuestiones más importantes contempladas en la Ley de Amparo, para que el alumno se forme una idea general de este interesante medio de defensa al servicio de los particulares, y será a su vez, un cimiento sólido para que posteriormente esté en aptitud de profundizar en el análisis del juicio de garantías.
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